EL DEPORTE DE SOÑAR
Irene Adler, 50, Vilagarcía de Arousa
Finalista

Ni en sus mejores sueños lo hubiera imaginado.
Estaba en el estadio olímpico lleno a rebosar, el día de la final y situado frente al pódium en el que en segundos se entregarían las medallas.
Un cúmulo de emociones le asaltaban: quería reír, quería llorar y manos y piernas no dejaban de temblar. Al sonar el himno, el corazón se le aceleró tanto que pensó que los latidos se escucharían fuera.
En el instante en que los tres medallistas se abrazaban, el entrenador se dirigió a él:
- Chaval, pásame el agua!
El "We are the champion" sonaba por megafonía.
Estaba en el estadio olímpico lleno a rebosar, el día de la final y situado frente al pódium en el que en segundos se entregarían las medallas.
Un cúmulo de emociones le asaltaban: quería reír, quería llorar y manos y piernas no dejaban de temblar. Al sonar el himno, el corazón se le aceleró tanto que pensó que los latidos se escucharían fuera.
En el instante en que los tres medallistas se abrazaban, el entrenador se dirigió a él:
- Chaval, pásame el agua!
El "We are the champion" sonaba por megafonía.