Renacimiento
Silvia, 55, Móstoles
Una mano enguantada me saca del hielo con suma delicadeza, como a un frágil recién nacido. La tibieza del contacto me saca del letargo. Mi viaje contrarreloj ha concluido. La expectación que despierta mi llegada me provoca una excitación inusual. ¡Se espera tanto de mí! Temo no estar a la altura, temo por mi propia supervivencia, temo al rechazo. La muerte, siempre injusta, más si cabe cuando irrumpe por sorpresa, aún acecha. Me colocan en mi nuevo lecho que parece hecho a medida, una sangre nueva me irriga, vuelvo a sentirme vivo. Los cirujanos sonríen satisfechos. Soy un riñón afortunado.