CAST / GAL

La rosa encarnada
Beth Le Hem, 51, Ortigueira

La semilla cayó junto a uno de mis brazos. La blancura diminuta se tornó raíz parda, aferrándose a la tierra en un alarde de seguridad natural. En pocas semanas, asomó entre la hierba el tallo verduzco, sigiloso y tímido que anunciaba amaneceres cromáticos.
Impasiva, veía cada día cómo los gusanos, los caracoles y otros transeúntes recorrían sin prisa cada milímetro de semejante refugio, como okupas de prado ajeno.
Semanas después, asomó la rosa, triunfante y aterciopelada, indicando a todos el lugar exacto donde yo estaba, como fruto de mi carne.
Compartir: