Ayuda mutua
Claudiante, 74, Salamanca
El sol fustigaba inmisericorde los ojos del niño y los del semáforo, sin poder apreciar el color verde. El deseo de llegar al quiosco aceleraba su impaciencia. Los coches impedían el paso y el semáforo no concedía su permiso. Un hombre, que resoplaba intranquilo a su lado, le tomó de la mano para emprender la marcha, veloz. El uno, confiado el otro. Por fin el quiosco frente a sus codos.
—¡Ay, chicuelo! No se cruza la calle en rojo— protestó la quiosquera.
El hombre con quien cruzó descendía calle abajo golpeando la pared y el suelo con su bastón blanco.
—¡Ay, chicuelo! No se cruza la calle en rojo— protestó la quiosquera.
El hombre con quien cruzó descendía calle abajo golpeando la pared y el suelo con su bastón blanco.