Sucedió
Miguel, 82, A Coruña
Era de noche, una noche lóbrega y desapacible. La calle, sin luna, boca de lobo.
Lloraba en silencio, sin visos de consuelo, sentada en un banco de la fantasmagórica plaza, Luisa María. Su pasaje anulado y el tan deseado viaje a su tierra, sueño tantas veces acariciado, roto en mil pedazos; “overbooking en este vuelo especial”, le dijeron en la consigna del aeropuerto. “¿Para cuándo otro?”, preguntó. “No se sabe”.
Sollozando me desgranó su drama. Una hora más tarde partiría mi vuelo. Mi hijo renunció al viaje a última hora. Le ofrecí el pasaje… Fue inicio de una profunda amistad.
Lloraba en silencio, sin visos de consuelo, sentada en un banco de la fantasmagórica plaza, Luisa María. Su pasaje anulado y el tan deseado viaje a su tierra, sueño tantas veces acariciado, roto en mil pedazos; “overbooking en este vuelo especial”, le dijeron en la consigna del aeropuerto. “¿Para cuándo otro?”, preguntó. “No se sabe”.
Sollozando me desgranó su drama. Una hora más tarde partiría mi vuelo. Mi hijo renunció al viaje a última hora. Le ofrecí el pasaje… Fue inicio de una profunda amistad.