La libertad
Madig, 75, Santiago de Compostela
Iniciamos la travesía con alegría y también con incertidumbre. Nada pararía nuestras fuerzas e ilusiones. El mundo y nuestras ganas de libertad eran las grandes fuerzas que impulsaban nuestros felices corazones. Avanzamos. Al unísono, cantamos para animarnos mutuamente, el peligro nos acechaba con pesados, oscuros y bajos nubarrones, fuerte viento y gigantes olas que nos empequeñecían y arrastraban golpeando de lado a lado nuestro barquichuelo. Juntos, imploramos a nuestro Dios. Un rayo de sol nos iluminó, el viento amainó y, con la fuerza de una mano superior, conseguimos nuestro objetivo: la libertad. Elevamos de nuevo nuestras manos y dimos gracias.