Nubes
Patipelao, 76, Madrid
Un día, el Creador se sentó a contemplar su obra. Al ver el páramo celestial, quiso llenarlo de vida. Así, de un mechón de sus cabellos creó los Cirros, como puntiagudas plumas de avestruz; luego, de un pellizco de su manto, formó los Cúmulos, pequeñas bolitas trashumantes de algodón. Después, pensó en poder acallar la altivez de los hombres y dibujó con su mano los Estratos, grises, densos y amenazantes. Finalmente, para que todos pudieran admirar la magnitud de su obra, sopló el agua del mar y creó los Nimbos, imponentes y majestuosos.
Cansado, cerró los ojos y durmió.
Cansado, cerró los ojos y durmió.