Las liebres del alba
Beinglaos, 23, Galicia
Siempre que algo cambiaba, para bien o para mal, predecesora era la presencia de una liebre del alba. Marcaban fin y principio de todo acto.
Sus orejas, blancas como un destello, eran el bien más cotizado, ya que con ellas uno podía adelantarse a todo.
La codicia insaciable fue causa de que nadie pudiese aprovecharse del cuerpo de la última de su especie. Al caer ella en la trampa todo paró. Desde entonces las cascadas son pilares, los mares desiertos alcanzados por un rayo, lluvia en la noche estrellas no fugaces y los ríos estrías de la inmóvil Tierra.
Sus orejas, blancas como un destello, eran el bien más cotizado, ya que con ellas uno podía adelantarse a todo.
La codicia insaciable fue causa de que nadie pudiese aprovecharse del cuerpo de la última de su especie. Al caer ella en la trampa todo paró. Desde entonces las cascadas son pilares, los mares desiertos alcanzados por un rayo, lluvia en la noche estrellas no fugaces y los ríos estrías de la inmóvil Tierra.