Sin avisar
Irene M, 38, A Coruña
Un escalofrío placentero semejante a una chispa que provoca una piedra de un mechero sin gas. El vello que se eriza como las flores se giran firmes buscando la luz más brillante, involuntarias, inconscientes, por acto reflejo, ¡Chas! El bienestar absoluto recorre tus montañas, tus ríos, las cuevas y los valles de tu cuerpo. La calma, que huele a talco de bebé, con un suave toque de vainilla, pero muy poco, casi imperceptible. Así llegan todas las caricias deseadas y agradecidas a la piel de quién siente y agradecer sin decir nada, cada centímetro recorrido.