Nadie
Borja, 35, Vigo

Yo era joven, pero no una niña. Estaba en el vestíbulo del hotel, al que había llegado corriendo por las escaleras adelantando a todos los huéspedes, en una carrera contra ningún reloj, con la energía de las edades tempranas. Y allí, de lejos, la observé por primera vez. Bajando las mismas escaleras que yo, pero con una elegante armonía. De pronto, esa mujer me resultaba familiar. ¿Quién era? ¿La había visto antes? Me giré, y al volver la cabeza ya no existía nada, ni nadie. Y yo tampoco, disolviéndome como un ligero sueño de verano.