Eco de una mirada
Roi, 30, Vigo
“Lo que debe llegar encuentra su manera, aunque se pierda cien veces” solía decir mi abuelo. Era una tarde de verano cuando me enamoré. Aquellos ojos se me clavaron en el pecho, congelando el tiempo. Pero se esfumaron antes de poder reaccionar. Los busqué sin descanso. En plazas y estaciones, en sonrisas prestadas, en amores de paso… pero nada alivió mi vacío. Me obsesioné tanto que perdí mi vida, y me fui a buscar una nueva. Años después, en tierras lejanas, una tarde de invierno, los volví a ver brillar tras una ventana y el mundo se congeló de nuevo.