CAST / GAL

Erre que erre
Dolores Asenjo Gil, 56, Santiago de Compostela

En casa desde pequeña me llamaban cabezona. La primera vez corrí asustada hasta el espejo del baño. Después no.
Crecí con esa etiqueta y un axioma como guía: no se puede ceder cuando tienes la razón. Y claro, los desencuentros me han llovido a mansalva.
Aquel fatídico día del accidente todos mis proyectos saltaron por los aires y un pensamiento inundó mi ser: no me puedo morir, aún no.
Silencio, murmullos, llanto, los pitidos de una máquina, un pinchazo, un beso.
Seis semanas después abrí los ojos y conseguí balbucear: aún no.
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