SALAM
Siempre malva, 61, Segovia
Se acercó a la orilla despacio. La prisa es solo para los que esperan algo, pensó. ¿Acaso él ya no esperaba nada? ¿Acaso era ese su destino, vivir sin esperanza? Sintió la tibia caricia del agua salada en sus pies y recordó aquellos atardeceres en la playa de la mano de su madre. Se dio la vuelta dándole la espalda al mar y observó el esqueleto humeante de la cuidad. ¿Por qué?, se preguntó y, arrodillándose en la arena, dibujó con un dedo la palabra SALAM. Después se secó las lágrimas y caminó, otra vez sin prisa, hacia el infierno.