Melindres
Jara Fernández, 44, Valladolid
El mensaje llegó justo después de pensar en ella. Llevaba años sin verla. El destino, a veces, se disfraza de coincidencia.
Apareció con un melindre entre los dedos. Lo mordisqueaba con cuidado, como si saboreara algo más que azúcar: un recuerdo, un eco.
Sonrió dejando entrever melancolía en sus ojos.
No hubo reproches. Solo el peso de lo que nunca se nombró.
Volví a casa con ese sabor en la boca: dulce, frágil, fugaz. Ya estaban todos acostados.
Memento mori, me repetí.
Y también que hay placeres que llegan tarde.
Y vidas que nunca fueron del todo tuyas.
Apareció con un melindre entre los dedos. Lo mordisqueaba con cuidado, como si saboreara algo más que azúcar: un recuerdo, un eco.
Sonrió dejando entrever melancolía en sus ojos.
No hubo reproches. Solo el peso de lo que nunca se nombró.
Volví a casa con ese sabor en la boca: dulce, frágil, fugaz. Ya estaban todos acostados.
Memento mori, me repetí.
Y también que hay placeres que llegan tarde.
Y vidas que nunca fueron del todo tuyas.