CAST / GAL

La mujer de Lot
Jesús de la Ossa Abril, 51, Cehegín

Antes de convertirme en estatua de sal, te esperaba en el banco de siempre, poblado de metáforas y reflejos de cielo. Subías por aceras llenas de heladerías y adolescentes en llamas. Éramos profesionales de la melancolía, paseantes de una belleza concreta y fugaz. En aquellas maderas —suelo de nuestras manos—, grabamos nuestros nombres mientras el horizonte nos hablaba de la caducidad.
Decías que la sal conservaría nuestro amor, como si el destino pudiera almacenarse. Puede ser. Pero nunca me advertiste que, a veces, se esparce sal en las calles no para conservar, sino para que no nieve en el cielo.
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