Ru(t)ina
Cate Ares, 30, Vigo
Cada mañana, cogía el mismo autobús y se sentaba en el mismo asiento: al fondo, a la izquierda, en la ventana. Nunca creyó en el destino, pero sí en las rutinas y siempre seguía las suyas.
Ese jueves fue distinto, casi pierde el bus por dos segundos y, cuando se dirigió a su asiento, descubrió que alguien más lo ocupaba. Unos ojos grandes, verdes y curiosos la observaban y le sonreían. Ella ni se inmutó. 'Estás en mi sitio', le dijo. El chico, sorprendido, se quedó en silencio. Ella resopló y se bajó del autobús. Nunca volvieron a verse.
Ese jueves fue distinto, casi pierde el bus por dos segundos y, cuando se dirigió a su asiento, descubrió que alguien más lo ocupaba. Unos ojos grandes, verdes y curiosos la observaban y le sonreían. Ella ni se inmutó. 'Estás en mi sitio', le dijo. El chico, sorprendido, se quedó en silencio. Ella resopló y se bajó del autobús. Nunca volvieron a verse.