El reloj del destino
BEA, 51, A Coruña
El reloj llevaba siglos detenido, congelado en la hora de la incertidumbre. Nadie se atrevía a moverlo, temiendo romper el delicado equilibrio del mundo. Pero Marta, cansada de esperar, giró la manecilla con valentía. Al instante, el aire se iluminó y las sombras retrocedieron. Las grietas en el cielo se cerraron, dejando paso a una luz cálida que llenó cada rincón olvidado. El destino no era una prisión, sino un lienzo esperando ser pintado con esperanza. Y ella, al desafiar el tiempo, descubrió que la verdadera libertad está en decidir el propio camino.