Un juego y un destino
Cris, 46, Santiago de Compostela
Verano de 2012. Los cibercafés estaban de moda y Counter Strike era nuestro juego preferido. Jugaba con mis amigos cuando llegó un grupo de chicos de otro local, cerrado por reformas. Se unieron a la partida. Uno de ellos no dejaba de matarme. Yo, frustrada, preguntaba quién era ese jugador que no paraba de matarme. Nadie respondía.
Hasta que un chico moreno se sentó a mi lado, me miró con media sonrisa y dijo: “Soy yo”.
Veintitrés años después, ese misterioso rival es el hombre con quien comparto mi vida.
Hasta que un chico moreno se sentó a mi lado, me miró con media sonrisa y dijo: “Soy yo”.
Veintitrés años después, ese misterioso rival es el hombre con quien comparto mi vida.