Un adiós eterno
Eva, 48, Daimiel
Ese día el cielo vestía un
azul intenso que se extendía
hasta el infinito.
Mientras tanto madre e hija se pasaron horas y horas en el
hospital por citas médicas. Pero fue al bajar del autobús camino a casa, ese mismo día y lejos del hospital cuando la madre se desvaneció y quedó inconsciente en el suelo. Aquél ictus había elegido el peor momento. Ella moría entre los brazos de su hija que lloraba desconsoladamente. El destino traicionero había sido cruel con Elena y no le había permitido demostrarle cuánto la quería. Un pasado, un presente, ningún futuro juntas.
azul intenso que se extendía
hasta el infinito.
Mientras tanto madre e hija se pasaron horas y horas en el
hospital por citas médicas. Pero fue al bajar del autobús camino a casa, ese mismo día y lejos del hospital cuando la madre se desvaneció y quedó inconsciente en el suelo. Aquél ictus había elegido el peor momento. Ella moría entre los brazos de su hija que lloraba desconsoladamente. El destino traicionero había sido cruel con Elena y no le había permitido demostrarle cuánto la quería. Un pasado, un presente, ningún futuro juntas.