Al otro lado
Nuria, 40, León
Después de todo ya no hacía falta hablar. Los tres se miraban agotados, asumiendo que ya no había respuestas porque no quedaban preguntas que hacer. De pronto el sonido de la esperanza llegó en forma de interferencias desde euvieron el silencio, “si alguien escucha esto que acuda lo antel transistor que creían inútil hacía meses. Un hilo de voz luchaba por hacerse oír. “Hay cura”, se mants posible a la Plaza del Oeste. Allí le darán atención y la vacuna”. Los niños se agarraron fuertemente de las manos y salieron del edificio en el que estuvieron escondidos solos tanto tiempo.