Lo que debía pasar
Yanira, 18, Pontevedra
Perdió el tren. Maldijo al semáforo, al café derramado, al zapato roto. No sabía que ese retraso lo salvaba.
La vida siguió, entre cambios sutiles y giros invisibles. Horas después, una noticia: accidente en la línea que solía tomar. Hora exacta. Vagón exacto.
Recordó aquel momento. El tren que no abordó. La vida que no vivió.
El destino, pensó, no siempre llega como lo esperas. A veces se disfraza de error, de tropiezo, de casualidad.
Y en silencio, agradeció al semáforo, al café, al zapato.
Por salvarlo, sin que él lo supiera.
La vida siguió, entre cambios sutiles y giros invisibles. Horas después, una noticia: accidente en la línea que solía tomar. Hora exacta. Vagón exacto.
Recordó aquel momento. El tren que no abordó. La vida que no vivió.
El destino, pensó, no siempre llega como lo esperas. A veces se disfraza de error, de tropiezo, de casualidad.
Y en silencio, agradeció al semáforo, al café, al zapato.
Por salvarlo, sin que él lo supiera.