El banco
Anaís Delgado, 57, Ávila
Fue una tarde parca en palabras.
Nos sentamos en el banco blanco de piedra y fuimos deshojando el último suspiro de una margarita que se deshoja en silencio.
Cada pétalo, un deseo no pronunciado, y las palabras que nunca llegamos a decir:
«Te quiero, no te quiero, te quiero».
El corazón sabía cómo hablar, pero el destino ya había escrito la despedida.
Te abroché el abrigo.
Regresamos a casa.
Poco después, el parque se llenó de sombras.
Fue nuestro último paseo.
El banco sigue allí, guardando en silencio las palabras que el destino truncó.
Nos sentamos en el banco blanco de piedra y fuimos deshojando el último suspiro de una margarita que se deshoja en silencio.
Cada pétalo, un deseo no pronunciado, y las palabras que nunca llegamos a decir:
«Te quiero, no te quiero, te quiero».
El corazón sabía cómo hablar, pero el destino ya había escrito la despedida.
Te abroché el abrigo.
Regresamos a casa.
Poco después, el parque se llenó de sombras.
Fue nuestro último paseo.
El banco sigue allí, guardando en silencio las palabras que el destino truncó.