La sustituta
Erika, 22, A Coruña
En el jardín más bello, destacaban unas baldosas color carmín:
—¡Te encontré! Ahora, enfréntate a mí.
—¡Necia! ¡No me detengas! El tiempo es fundamental para ensamblar cada pieza.
—¿Qué piezas son esas?
Me observó fijamente:
—Andabas buscándome y has dado conmigo. Ya ves: yo fabrico tu camino. ¿Para qué me requieres?
—Estoy aquí para despedirte.
—Tú no conoces la magnitud de mi misión.
—Creía en tu misión, pero lo cierto es que es mía. Cesa en tu puesto; yo misma te relevaré.
Con los ojos encendidos de desprecio, me dijo:
—Libertad, querida… lo cierto es que siempre me caíste mal.
—¡Te encontré! Ahora, enfréntate a mí.
—¡Necia! ¡No me detengas! El tiempo es fundamental para ensamblar cada pieza.
—¿Qué piezas son esas?
Me observó fijamente:
—Andabas buscándome y has dado conmigo. Ya ves: yo fabrico tu camino. ¿Para qué me requieres?
—Estoy aquí para despedirte.
—Tú no conoces la magnitud de mi misión.
—Creía en tu misión, pero lo cierto es que es mía. Cesa en tu puesto; yo misma te relevaré.
Con los ojos encendidos de desprecio, me dijo:
—Libertad, querida… lo cierto es que siempre me caíste mal.