Instantes
Nerea F., 34, Meicende, Arteixo
Nació el mismo día que el reloj del pueblo se detuvo. La abuela dijo que eso marcaba algo grande. Creció con miedo a los relojes. Un día, por curiosidad, subió a la torre y lo tocó: volvió a andar. En ese instante, abajo en la plaza, alguien lo miró como si ya lo conociera. Y él supo que el destino no era una cadena... sino un compás.