CAST / GAL

Engranajes
VGA, 19, Palencia

El relojero sentía el destino en cada engranaje, en cada tic-tac, en el preciso movimiento de las manecillas que marcaban el camino ya escrito de cada vida. Dedicó la suya a reparar esos mundos diminutos, que marcaban el camino de la gente. Un día, mientras trabajaba en un antiguo reloj de cuco, notó algo inusual: el pequeño pájaro no salía, y el mecanismo gemía con un lamento inaudible para otros. Al acercar su oído, escuchó una voz diminuta y quebradiza, no mecánica, sino de puro aliento: "No me arregles. Por favor. Es la primera vez que tengo tiempo para mí."
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