Autobús perdido
Caralolinha, 44, Noia
Lo perdió por segundos. El autobús 28 arrancó justo cuando llegó jadeando a la parada. Maldijo, ajustándose la corbata. *Destino de mierda*, pensó, resignado a llegar tarde otra vez a la oficina gris.
Caminó rápido, amargado. Unos metros adelante, un estruendo metálico heló la mañana. Choque múltiple. Cristales rotos, gritos. El 28, destrozado contra un camión.
Se detuvo, inmóvil. El aire olía a gasolina y miedo. Un sudor frío le recorrió la espalda. Aquel segundo que lo separó del asiento número 4 resonó ahora como un latido salvado. El destino, a veces, es un autobús que se escapa.
Caminó rápido, amargado. Unos metros adelante, un estruendo metálico heló la mañana. Choque múltiple. Cristales rotos, gritos. El 28, destrozado contra un camión.
Se detuvo, inmóvil. El aire olía a gasolina y miedo. Un sudor frío le recorrió la espalda. Aquel segundo que lo separó del asiento número 4 resonó ahora como un latido salvado. El destino, a veces, es un autobús que se escapa.