Música de ascensor
Lucia C., 46, Meiras
En la puerta del ascensor del ático de Gran Vía, abarrotado de maletas y críos, realizó su última tentativa.
- No te puedes llevar a mis hijos a una aldea remota - le dijo.
- No la dejaré morir sola- replicó ella.
El día del gran apagón, mientras los pequeños jugaban al escondite en la despensa, entre verduras embotadas, frutas en almíbar, tocinos, jamones y quesos, ella cocinaba, entre tarareos, en una vieja sartén ennegrecida, sobre la llama viva de la bilbaína, huevos fritos con jamón.
Él habría cenado una lata de mejillones, si hubiese conseguido salir del ascensor.
- No te puedes llevar a mis hijos a una aldea remota - le dijo.
- No la dejaré morir sola- replicó ella.
El día del gran apagón, mientras los pequeños jugaban al escondite en la despensa, entre verduras embotadas, frutas en almíbar, tocinos, jamones y quesos, ella cocinaba, entre tarareos, en una vieja sartén ennegrecida, sobre la llama viva de la bilbaína, huevos fritos con jamón.
Él habría cenado una lata de mejillones, si hubiese conseguido salir del ascensor.