Sin querer, queriendo.
David, 43, A Coruña
No sé si fue el destino, el azar o que me tropecé con la vida justo cuando miraba el teléfono. El caso es que ahí estaba: la oferta de trabajo, el mensaje de ella, el boleto de tren sin dueño. Todo en el mismo día. Y yo, que pensaba que todo estaba escrito, me di cuenta de que el guion lo iba improvisando con cada decisión tonta. ¿Destino? Puede ser. ¿Coincidencia? Tal vez. Pero desde que dejé de buscarle sentido, todo empezó a encajar. Como si el universo dijera: "Ahora sí, por fin te soltaste. Vamos a jugar."