El editor
Jorge Collado, 30, Madrid
Corrijo mi historia con lápiz.
Tacho nombres.
Cambio finales.
Borro el “para siempre” de aquella noche.
Pero el destino —astuto editor— acecha al final de cada frase, con su tinta indeleble.
Escribo para huir, y él responde: “tarde”.
He arrancado páginas. Siempre regresan con la forma exacta de lo que intenté olvidar.
Una vez escribí “nosotros” con cuidado. Al despertar, decía “nunca”.
Hoy dejo el lápiz.
No por cansancio. Por miedo.
Quiero ver qué escribe cuando ya no me queda nada.
Y si en la última línea…
se atreve a confesar que también fui él.
Tacho nombres.
Cambio finales.
Borro el “para siempre” de aquella noche.
Pero el destino —astuto editor— acecha al final de cada frase, con su tinta indeleble.
Escribo para huir, y él responde: “tarde”.
He arrancado páginas. Siempre regresan con la forma exacta de lo que intenté olvidar.
Una vez escribí “nosotros” con cuidado. Al despertar, decía “nunca”.
Hoy dejo el lápiz.
No por cansancio. Por miedo.
Quiero ver qué escribe cuando ya no me queda nada.
Y si en la última línea…
se atreve a confesar que también fui él.