Una piedra, 2 destinos
Nesita, 92, San Xoán de Río
Los hombres estaban allí con sus carros y vacas para llevar las piedras rotas por la dinamita hasta la que sería nuestra carretera.
De vuelta a casa traían una noticia, estaban preocupados: con la explosión saltó una espada y unas arandelas, se las llevó el contratista.
¿Cómo decirle que la devolviera al pueblo?
Temían su negación.
Leyendo La Región decidí escribirles una nota para dar a conocer el hallazgo. La publicaron. Mientras escribía me acordé de Teresa, la contacté. Fue la salvadora de nuestra espada. Su esposo, Ferro Couselo, se desplazó a Mouruás y exclamó: “¡Santo Dios, todo son cascallos!"
De vuelta a casa traían una noticia, estaban preocupados: con la explosión saltó una espada y unas arandelas, se las llevó el contratista.
¿Cómo decirle que la devolviera al pueblo?
Temían su negación.
Leyendo La Región decidí escribirles una nota para dar a conocer el hallazgo. La publicaron. Mientras escribía me acordé de Teresa, la contacté. Fue la salvadora de nuestra espada. Su esposo, Ferro Couselo, se desplazó a Mouruás y exclamó: “¡Santo Dios, todo son cascallos!"