El destino
Ana Prado, 29, Vigo
El destino era, decían, una brújula invisible. Un río que arrastra.
Un dios que no explica.
Durante años creyó que caminaba hacia algo,pero un día se detuvo, y en el silencio más hondo, no encontró dirección… sino reflejo. Comprendió entonces que el destino no espera al final, que habita en el instante en que uno decide sin testigos, cuando el mundo no mira, y aun así se elige.
No hubo milagro, ni señal. Solo un leve giro del alma. Una rendición sin derrota.
Ese día no siguió el destino.
Lo encarnó.
Y en ese gesto, fue eterna.
Un dios que no explica.
Durante años creyó que caminaba hacia algo,pero un día se detuvo, y en el silencio más hondo, no encontró dirección… sino reflejo. Comprendió entonces que el destino no espera al final, que habita en el instante en que uno decide sin testigos, cuando el mundo no mira, y aun así se elige.
No hubo milagro, ni señal. Solo un leve giro del alma. Una rendición sin derrota.
Ese día no siguió el destino.
Lo encarnó.
Y en ese gesto, fue eterna.