Onit
Anto, 44, Salamanca
Onit giró inquieto la cabeza, pero no había nada detrás. Flexionó las piernas, tensó los músculos y, con un salto, giró sobre sí mismo unos ciento cincuenta grados, esperando jugar con el factor sorpresa; sin embargo, como era de esperar, tampoco encontró nada al otro lado. Nada arriba. Nada abajo. Resultaba incomprensible que todo hubiera desaparecido tan rápido. Resopló, se acomodó el cabello y se sentó a esperar, consciente de que solo cuando Sed regresara y pusieran todo en orden entre los dos, aquel galimatías se resolvería.